HOY PABLO IGLESIAS ES … «HEISENBERG» (O WALTER WHITE, LO QUE USTEDES PREFIERAN)

Hoy descubrimos una pieza fundamental relacionada con las actividades de Pablo Iglesias, que por fin nos desvela datos referentes a cómo recibe financiación la organización política Podemos. Ya avisábamos anteriormente de las actividades relacionadas con la industria vinícola, que el personaje que nos ocupa mantuvo desde su juventud. Lo que no se conocía (pero se podía intuir) era su relación con el tráfico de metanfetamina. Ahora nos damos cuenta de la tapadera que la mañana del 9 de julio elaboraban desde la formación nacida en Madrid, con el comunicado que buscaba recaudar financiación para llevar a cabo la demanda contra la excelentísima Dª Esperanza Aguirre, presidenta del PP madrileño, y contra el magnífico periodista del diario El Mundo, Dº Eduardo Inda. Al parecer la química no es sólo una cuestión que guste al señor Alfredo Pérez Rubalcaba.

Y es que al parecer,  desde hace ya bastante tiempo, Iglesias tuvo que empezar a buscarse la manera de generar más ingresos para mejorar su economía, ya que su puesto como profesor en la universidad no está todo lo bien remunerado que a él le hubiera gustado, para mantener su tren de vida. Es por eso que, tras encontrarse con un antiguo amigo de la infancia y recuperar del trastero de su casa su antiguo Quimicefa, empezaron a buscar la manera de conseguir un producto que, dentro del mundo del narcotráfico, fuera bien valorado y le generase importantes emolumentos. Al parecer dieron con la fórmula, y se estima que el imperio generado en torno a esta sustancia deja en calderilla el dinero que hasta la fecha se conoce que tiene Luis Bárcenas repartido por medio mundo.

Pablo Iglesias en su centro de operaciones, rodeado de parte de su fortuna ilegal.
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Ahora comprendemos cómo un partido, nacido de la nada, ha conseguido en menos de seis meses auparse a lo más alto. Como sospechábamos, todo este asunto debía tener algo turbio a su alrededor.

Seguimos al pie del cañón, investigando sin descanso, para sacar a la luz toda la verdad que rodea a este villano con piel de cordero.

(Y ahora datos reales)

En el año 2008 comenzaba a emitirse en Estados Unidos una serie de ficción televisiva, que ha acabado convirtiéndose en todo un pelotazo: «Breaking Bad». El argumento es grande por sí solo: un profesor de química de un instituto de Alburquerque (en la frontera entre USA y México) recibe la noticia de que le queda tan solo un año de vida, ya que está aquejado de una enfermedad terminal. Ante este panorama, sumado a que su esposa está embarazada y a que tienen un hijo adolescente, decide buscar la manera de irse de este mundo dejando resuelta la situación financiera de su familia. Y esa manera es cocinando metanfetamina. A través de un antiguo alumno suyo del instituto, se introduce en el mundo del narcotráfico, algo que va a contar con el inconveniente añadido de que su cuñado es miembro de la DEA, la agencia antidroga estadounidense. A partir de ahí vemos la transformación de un humilde padre de familia en un auténtico capo de la droga, mientras conocemos cosas de su pasado que dan una mayor comprensión y peso a la historia.

El protagonista, Walter White, está magistralmente interpretado por Brian Cranston (el que hasta la fecha, para mí, era «el padre de Malcolm», de la serie «Malcolm in the middle»), aunque él es el cabeza visible de unos pedazo de personajes igualmente llevados a la vida por un reparto de actores enorme (en calidad, no en cantidad). Si alguno de los lectores aún no ha  visto esta serie, le recomiendo encarecidamente que se haga con ella. Eso sí, advierto que es «para mayores de 18 años» y que no se trata de una comedia ligera.

Para rematar, dos momentos musicales imprescindibles. Empezamos con su sintonía, una pieza que no llega a los 20 segundos, pero que se te grabará en la memoria para los restos, compuesta por Dave Porter:

El siguiente se trata de un narco-corrido, que el grupo «Los cuatro de Sinaloa» dedican al «cocinero» Heisenberg, ya famoso por aquellas tierras entonces: 

Y como broche final, el último tema que se escucha en la serie, que sirve como magnífico colofón a toda la historia: «Baby blue», de la banda Badfinger (incluido en su álbum «Straight up», de 1972):

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